¿Por qué podemos detectar planetas a 1.400 años luz?

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Alfred, epidemiólogo británico de la Universidad de Cambrigde, apuraba su cerveza fría frente al hotel The Cape, en la playa de Monrovia el pasado mes de diciembre. “Este virus es prehistórico. La verdadera pandemia de este siglo vendrá por la gripe, mucho más evolucionada”, reflexionaba. “La estructura del ébola es básica y su capacidad de mutación, limitada . En otras circunstancias, esta enfermedad hace años que sería cosa del pasado “.

– ¿A qué circunstancias te refieres, Alfred?

– Si el primer brote de ébola hubiese aparecido en Escandinavia o Canadá, por ejemplo, hace tiempo que el ébola estaría erradicado. Pero no se han dedicado recursos para estudiarlo porque los muertos eran africanos de comunidades aisladas. Así de claro.

Viendo la rapidez con la que se ha encontrado una vacuna con unos resultados tan espectaculares (100% de los casos probados), cabe preguntarse cuantos muertos se habrían evitado de haber dedicado antes los recursos que se invierten ahora. El actual brote en África Occidental ha dejado, desde su aparición en el cuerpo de la pequeña Emilie en Guekedou (Guinea) en diciembre de 2013, hasta nuestros días, 27.784 infectados, de los cuales han muerto 11.294 personas . Muchos de ellos fueron personal sanitario que se expuso a un contagio seguro al no contar con medios adecuados. Al menos un tercio. O taxistas que llevaron a los enfermos en sus coches. O policías que auxiliaron a los infectados antes de que la turba los echara de sus barrios.

Uno de ellos era René. Tenía 29 años. En una patrulla rutinaria encontró a un hombre enfermo en medio de la calle, temblando, balbuceando y con convulsiones. Decidió trasladarlo en su propia moto al hospital Donka, el mejor de la capital de Guinea, que no es decir mucho. Una semana después tuvo que volver él con los mismos síntomas. La vida de René se apagó el cinco de septiembre en un camastro dentro de la llamada zona roja . Falleció entre cubos llenos de vómitos, deposiciones involuntarias, transfusiones desesperadas de sangre, hemorragias y fiebre alta. “Murió como un perro”, dijo uno de los enfermeros que le atendió.

Varios voluntarios de Cruz Roja entierran el cuerpo de René, un policía de Conakry el pasado mes de septiembre. ALBERTO ROJAS