Los pacientes ciegos que “ven” de forma inconsciente

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Cuando Daniel fue por primera vez al Hospital Nacional de Londres, el oftalmólogo Michael Sanders no pudo imaginarse que su caso alteraría permanentemente nuestra perspectiva de la consciencia humana.

 

Daniel dijo que era medio ciego. Aunque tenía ojos sanos, una operación en el cerebro para curarle dolores de cabeza pareció destruirle una región crucial para el procesamiento visual.

 

Todo a la izquierda de su nariz le era invisible, como si una cortina se hubiese corrido sobre la mitad de su mundo visual.

 

Sin embargo, cuando Sanders comenzó a hacerle pruebas, notó algo sumamente extraño.

 

Daniel podía darle la mano, incluso cuando la del oftalmólogo estaba exactamente por debajo de lo que tendría que ser su punto ciego.

 

Era una especie de “clarividencia” que guiaba su comportamiento, más allá de su percepción consciente.

 

Fascinado, Sanders remitió a Daniel a los psicólogos Lawrence Weiskrantz y Elizabeth Warrington.

 

En nuevas pruebas, se le colocó una pantalla frente a su punto ciego y se le pidió que apuntara hacia donde aparecía un círculo.

 

Aunque aseguró que no veía nada, cuando se insistió en que “adivinara”, sorpresivamente casi siempre logró señalar el lugar correcto.

Claramente a pesar de su ceguera, los ojos de Daniel seguían pasando información a su inconsciente.

 

En un informe publicado en 1974, Weiskrantz acuñó el término “visión ciega” para describir ese estado fracturado de consciencia.

 

“Son casos que abren una ventana a partes del cerebro que normalmente no están visibles”, dice Marco Tamietto, experto en ciencia cognitiva de la Universidad de Tilburg en Holanda.

 

Desentrañando la mente Daniel (nombre cambiado para este artículo y simplemente conocido en la literatura médica como DB) ofreció algunas de las primeras pistas sobre la consciencia, algo que muchos científicos previamente consideraron imposible estudiar.

 

“Buscas observar algo lo más cercano posible a la consciencia, pero que adolece de esa cualidad específica, esa experiencia subjetiva”, dice Christopher Allen de la Universidad de Cardiff en Gales.

 

“Eso te lo da la visión ciega. El individuo sigue percibiendo, pero carece de consciencia de percepción”.

 

Y, curiosamente, siente emociones. Expuesto a rostros, puede notar si están felices o tristes, enojados o sorprendidos e incluso imitar inconscientemente sus expresiones.

 

En 2008 un equipo de Tamietto y Weiskrantz sometió a otro paciente de visión ciega a una prueba más dura.

 

A diferencia de Daniel, era ciego en todo su campo visual.

Sin usar su bastón, le pidieron que atravesara un pasillo con muebles que podrían interponerse en su camino.

 

“A pesar de señalar que no podía ver, pasó al otro lado en su primer intento”, dice Tamietto.

 

Y luego aseguró que ni siquiera estuvo consciente de haber eludido los objetos, insistiendo en decir que simplemente caminó directamente.

 

Ceguera reversible De las interrogantes que plantean esos estudios, la más acuciante es entender cómo la consciencia y el inconsciente se desacoplan tan espectacularmente.

 

Reveladoramente, todos los individuos con visión ciega sufrieron daños en la región de la parte posterior del cerebro conocida como corteza visual primaria (V1), lo que sugiere que es el área que normalmente proyecta el flujo de imágenes hacia nuestra consciencia.

 

Para probar sus ideas, los científicos usan una técnica no invasiva que altera distintas regiones del cerebro e intenta inducir una forma reversible de visión ciega en personas saludables.

 

Interesado en saber lo que se siente, fui al laboratorio de Allen.

 

La técnica se llama “estimulación magnética transcraneal” (EMT) y usa un fuerte campo magnético para estimular la actividad neural.

 

Al rato noté una fugaz línea oscura cruzando el centro de mi visión, como un monitor de un televisor antiguo al apagarse.

 

Frente a la pantalla de una computadora, Allen me mostró fotografías de flechas por una fracción de segundos y tenía que decir si apuntaban a la izquierda o la derecha.

A veces las imágenes coincidían con la señales de la EMT que causan la ceguera temporal y como Daniel en los experimentos originales, muchas veces no vi nada y sentí que estaba adivinando.

 

Sin embargo, Allen luego me dijo que había respondido correctamente más veces de lo que se podría esperar producto del azar.

 

Esos estudios le han permitido a Allen encontrar evidencia provisional de que la información visual se canaliza a través del “núcleo geniculado lateral”, situado dentro del tálamo en el cerebro.

 

Es una circunvalación alrededor de la V1 que permite que la información sea procesada inconscientemente en áreas que tienen que ver con la emoción o el movimiento.

 

Y puede ser la clave para entender cómo el cerebro crea la consciencia visual.

 

Una idea es que la consciencia depende de la comunicación hacia y desde muchas zonas del cerebro y que quizás la V1 trabaja como un centro que ayuda a orquestar esa transmisión.

BBC MUNDO