Conoce por qué la cura para la hepatitis C todavía no llega a América Latina

Sin categoría

Uno de los mayores avances de la ciencia es al mismo tiempo una de sus mayores tragedias.

Por primera vez hay una cura para la hepatitis C, una enfermedad que puede derivar en cirrosis crónica y trasplante de hígado. Afecta a más de 170 millones de personas en el planeta según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Laboratorios en EE UU lograron en los últimos tres años lo que pocos creían posible, medicamentos que hacen desaparecer el virus que causa la enfermedad. El precio de estos remedios se negocia por separado, caso por caso, entre laboratorios y gobiernos. El resultado de estos acuerdos ha sido denunciado por médicos y pacientes como un escándalo.

Uno de los nuevos remedios, Sovaldi, del laboratorio Gilead, salió al mercado en EE UU con un costo de 84 mil dólares el tratamiento, es decir, mil dólares la pastilla. El mismo tratamiento se negoció con Egipto en 500 dólares.

El laboratorio Gilead dijo que el costo se justifica por la necesidad de recuperar la inversión y continuar innovando.

¿Pero cómo es posible que sea tan grande la diferencia en los precios?, ¿Y qué significa para los pacientes hispanoamericanos?

En España, tras meses de protestas, marchas y ocupación de hospitales, el gobierno accedió a comprar los medicamentos. 

Mientras las negociaciones continúan, los enfermos de hepatitis C en Latinoamérica siguen angustiados esperando por un frasco de pastillas que pueda salvarlos, pero nunca llega.

“Me he curado”

“Es muy frustrante haber participado durante los últimos 20 años en muchas líneas de investigación en el tratamiento de hepatitis virales. Y cuando el desarrollo científico nos permitiría curar la enfermedad en más del 90% de los pacientes, no podemos tener acceso a ellas”, dijo a la agencia de noticias BBC Mundo el médico argentino Marcelo Silva, pionero en la investigación de hepatitis virales y asesor de la OMS.

“La respuesta suele ser que los médicos estamos para hacer ciencia, los ministerios no tienen presupuesto y la industria tienen que recuperar lo invertido para seguir innovando. Y en el medio están los pacientes que se mueren”, agregó.

La situación podría ser muy diferente, tal como demuestra el caso de Mario Cortés, presidente de la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C en España.

“Hace seis meses esperaba la muerte. Ahora, después de tres meses de tratamiento ya me he curado”, dijo Cortés.

“Ahora me siento renovado, con vigor. Antes salía a pasear con mi perro y me tenía que sentar agotado. Ahora se cansa el perro antes que yo. Y la mejora psicológica es mucho más grande. Tengo expectativas de vida”, expresó.

El cambio vivido por Cortés es el que esperan millones de enfermos en América Latina.

Jeringas y tatuajes

“Se calcula que en Latinoamérica hay entre 8 y 10 millones de personas con hepatitis C”, indicó el Dr. Javier Brahm, profesor de medicina de la Universidad de Chile y presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio del Hígado, ALEH.

La enfermedad ha sido descrita como un enemigo silencioso.

“Cuando uno se infecta con la hepatitis C no se entera ni el momento ni el día, ni el cuándo, ni el cómo, y a partir de ese momento a diferencia de las otras hepatitis en que uno tiene síntomas, aquí no pasa nada y el diagnóstico se hace 5, 10, 15, 20 años después, cuando ya se tiene una hepatitis crónica”, expuso el doctor Brahm.

El virus de la hepatitis C fue descubierto en 1989.

“En Latinoamérica, en particular, uno de los principales mecanismos de contagio es la transmisión por el uso de material no desechable en hospitales, en policlínicos periféricos, donde costó mucho hace años que llegara el material descartable. Hablamos de jeringas, instrumental quirúrgico, tratamientos dentales. Yo recuerdo hasta el día de hoy como cuando uno iba al dentista éste pasaba el espejito con una llamita caliente y pasaba por ahí el instrumento, pero eso no iba en una caja esterilizada y probablemente lo había ocupado en el enfermo anterior con un lavado mínimo”, explicó Brahm.

Mario Cortés, por ejemplo, asegura que se contagió durante el servicio militar, cuando los reclutas eran colocados en fila para ser vacunados con la misma jeringa, una experiencia relatada también en Latinoamérica.

La OMS menciona además entre los posibles riesgos los tatuajes con instrumentos contaminados. Brahm señala que en el inicio los tatuajes eran rústicos y no controlados, pero afirma que hoy en día “la mayoría de los tatuadores usan materiales bastante seguros”.

Genéricos

Los países de menores ingresos de Latinoamérica están incluidos en un acuerdo especial entre Gilead y laboratorios en India, a los que la compañía estadounidense permitió la fabricación de genéricos de Sovaldi y de un nuevo remedio que no requiere ser combinado, Harvoni.

Los genéricos serán distribuidos en el futuro a una lista de 101 países de bajos ingresos que incluye, en el caso de América Latina, a El Salvador, Paraguay, Bolivia, Cuba, Guatemala, Nicaragua y Honduras.

Pero organizaciones de pacientes expresaron dudas sobre la efectividad de los genéricos.

“En estas drogas de última generación revolucionarias, asusta y preocupa que los genéricos no cumplan los procedimientos. Genérico no es sinónimo de bioequivalente, una cosa es que tenga el mismo nombre y otra que tenga el mismo efecto”, señaló Brahm.

Acusaciones y respueta de Gilead 

Los altos precios de Sovaldi en Estados Unidos fueron denunciados por el economista estadounidense Jeffrey Sachs, quien sostiene que Gilead ganó en el primer año de ventas de Sovaldi 12.400 millones de dólares, más que lo que invirtió en comprar la empresa de biotecnología que desarrolló el remedio.

El economista menciona también un estudio de Andrew Hill, de la Universidad de Liverpool, en Inglaterra, según el cual el verdadero costo de producción de Sovaldi para un tratamiento de 12 semanas está entre 68 dólares y 136 dólares.

¿Qué responde el laboratorio?

“Gilead está comprometido en aumentar el acceso a sus medicamentos a todos aquellos que puedan beneficiarse de ellos, más allá de donde vivan o sus medios económicos”, dijo Michele Rest a la agencia de noticas BBC Mundo.

El laboratorio sigue estrategias múltiples para expandir el acceso, como precios menores en países de ingresos medios o el acuerdo para la producción de genéricos.

En cuanto al costo de producción “no divulgamos esa información”, dijo Rest.

Carta al Papa

Mientras los laboratorios y los ministerios de salud negocian, ¿qué pueden hacer los pacientes?

El Dr. Marcelo Silva viajó especialmente al Vaticano para dar una carta al papa Francisco.

“Alcancé a expresarle que él, en unos pocos minutos de su tiempo, podría ayudar a salvar más vidas que yo en 35 años de médico”, comentó.

Por su parte, Brahm dijo que “desde la Asociación Latinoamericana de Estudios de Hígado incentivamos a las asociaciones de pacientes para que ellos sean también los que presionen”.

Entre las asociaciones se cuentan Grupo Otimismo en Brasil, FUPAHEP en Chile y la Fundación HCV Sin Fronteras en Argentina.

“Mi madre”

María Alejandra Rial participa en las movilizaciones en Argentina.

“En 2014 repentinamente le diagnosticaron a mi madre de 80 años el virus de hepatitis C y un estado avanzado de fibrosis hepática”, dijo Rial.

La madre de Rial, María Teresa Stronati Santos, ha sido afiliada a medicina prepaga por tres décadas, pero ésta se negó a financiar Sovaldi.

La familia pagó por su cuenta 22 mil dólares para iniciar el tratamiento. Y presentó un recurso de amparo ante un juez, que ordenó la provisión del remedio por “uso compasivo”.

El seguro médico deberá reembolsar el costo del primer frasco de Sovaldi y costear los otros dos, según la orden judicial.

Desde España, Cortés asegura que los pacientes en América Latina deben realizar acciones contundentes para que los medios se interesen por esta lucha.

Para María Alejandra Rial, “los enfermos de hepatitis C no deberían tener que endeudarse, suplicar o encadenarse obstruyendo hospitales. Son seres humanos enfermos y angustiados, que sólo por ese motivo deben ser respetados”, expuso María Alejandra.