Cambio climático, lenguaje y acción
Desde que en 1992 se firmaron en la Cumbre de la Tierra de Río las convenciones sobre cambio climático, diversidad biológica y desertificación, se ha trabajado en fortalecer las relaciones entre los científicos y los tomadores de decisiones, que son los que influyen, promueven y establecen las políticas de cada nación, las cuales determinan, en gran medida, su futuro. Sin embargo, 23 años después, ese vínculo que, en teoría, debería permitir una comunicación fluida y en un lenguaje que sea fácil de entender para los tomadores de decisiones, es muy débil. Y esto retrasa la acción.
Esta semana se llevó a cabo en Panamá un taller internacional para, precisamente, analizar este escollo para enfrentar los retos asociados al cambio climático, entre ellos, las acciones de prevención, adaptación y mitigación.
El evento, denominado Promoviendo la aplicación de la información climática e hidrológica y su traducción en las políticas , estaba dirigido a investigadores, modeladores y tomadores de decisiones de Asia y América Latina, y fue organizado por el Centro del Agua del Trópico Húmedo para América Latina y el Caribe (Cathalac) , el Grupo de Análisis del Sistema Climático de la Universidad del Cabo , Sudáfrica; y auspiciado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá.
Freddy Picado, director general de Cathalac , con sede en Panamá , atribuye a “las asimetrías entre los países” -incluso en una región pequeña como Centroamérica- en términos de organización, fortalecimiento institucional y la importancia que le dan las autoridades al cambio climático, como un factor que dificulta más la relación entre los resultados de lo que ofrece la ciencia y la puesta en práctica de estos conocimientos en forma de estrategias nacionales de adaptación al cambio climático o al riesgo de sufrir eventos extremos.
Panamá está sufriendo el problema de las ciudades jóvenes que se han poblado rápidamente y han crecido en ciertas barriadas de manera acelerada. Si a esto se suman los problemas en los diseños, canales de desagüe, una intensa construcción y el desorden en el manejo de la basura, se favorecen las inundaciones. A veces, lluvias no tan intensas provocan estas inundaciones. Además, está la deforestación de manglares. Últimamente estamos viendo un aumento del oleaje, que puede ser por una causa más global relacionada con el mar de fondo, y otra de carácter local, relacionada al estado del tiempo.
“Con este evento se trata de buscar cómo superar las barreras que hay para mejorar la comunicación entre los investigadores, tomadores de decisiones y la sociedad civil para abordar esta problemática”, explica.
No es una tarea fácil. Transmitir millones de datos que son usados, por ejemplo, en modelación del clima o modelación hidrológica, y ponerlos en una manera simple para el tomador de decisiones, es complejo y requiere más que un investigador. Allí es donde entran en juego las ciencias sociales. “El científico social y el comunicador ayudan a traducir la información y mejorar ese delgado vínculo. Se necesita de todas las disciplinas”.
Pero además del lenguaje muy técnico, el factor económico también influye en la toma de decisiones. No siempre están disponibles los recursos para ejecutar las acciones necesarias. Al respecto, Picado menciona que “hay que saber llegarle al tomador de decisiones y decirle, por ejemplo: ‘si no atiendes este problema ahora, que te cuesta 1 dólar, te costará 20 dólares atenderlo el próximo año’. Que entienda que sale más barato invertir en mejorar la calidad de vida y hacer las obras necesarias para que los impactos sean menores, que dejar la situación al azar y decir que el problema no existe o que no va a pasar nada”. Añade que en el transcurso de los años se ha venido superando una parte de las barreras, e incluso ahora se trabaja en guías para tomadores de decisiones, para que digieran mejor la información científica y la incluyan en sus planes de desarrollo.
Realidades globales y locales
Walter Ubal Giordano, director ejecutivo de la secretaría ambiental de IDRC para América Latina y el Caribe, destaca que la Conferencia de Cambio Climático de Naciones Unidas ha dejado claro el valor de la evidencia científica y hoy, frente una COP 21 en París, se debe tomar en cuenta porque “ya tenemos que tomar decisiones serias”.
Ante esta realidad, el taller celebrado en Panamá ha cumplido un rol importante para que el país istmeño y sus vecinos expongan y reconozcan que hay necesidades, plantea. “Lo que tratamos de promover es que la reacción sea rápida. El reconocimiento del cambio climático como elemento global no tiene discusión, pero queremos que existan instrumentos a nivel local para que los más vulnerables, aquellos que no tienen capacidad para adaptarse, puedan hacerlo”.
Para ello, Ubal insiste en dos elementos clave: la necesidad de que los informes globales del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) contengan capítulos subregionales “intensos, profundos” y que las realidades locales estén representadas.
“Creemos en la necesidad de generar nuevas plataformas de científicos a nivel subregional , que comiencen a trabajar en poder ayudar a la comprensión de estos temas. Las fronteras son políticas, pero los sistemas biológicos no tienen estas fronteras, y en estas regiones pequeñas con alta vulnerabilidad tenemos que ayudar a que estos procesos se reconozcan”.
Los deslizamientos en zonas de pendientes o inundaciones en cuencas bajas como impactos del cambio climático, hasta ahora, eran considerados fenómenos excepcionales tanto por la institucionalidad pública como por las comunidades. Y nadie se adapta a lo excepcional, porque piensa que no volverá a pasar, expresa Ubal.
“Sin embargo, hacer ese salto cultural de considerar que lo que antes era raro ahora es parte de una normalidad, que las sequías y las precipitaciones prolongadas provocarán que sus viviendas no se puedan mantener donde las tienen, es parte del gran esfuerzo que tenemos. La excepcionalidad no genera memoria, sino la repetición constante”.
El cambio climático debe concebirse como parte de una realidad para que se comiencen a tomar decisiones, tanto a nivel de políticas como de adónde se puede o no construir. “Para eso se necesita una fuerte institucionalidad que genere reglamentaciones para ello y una conciencia pública para reconocer estos aspectos”.
Como concluye Ubal, las incertidumbres son constantes, pero hay tendencias que son claras. “Y esas son las que nos tienen que ayudar a decidir”.